Artistas (reflexiones sobre una nueva ley pensional para artistas)

El País,
15 October 2008, Uruguay

El miércoles pasado, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que reconoce el carácter de trabajadores a los artistas de la música, la danza y la actuación, abriendo el acceso de esas colectividades a la seguridad social. Aunque parezca increíble, hasta este momento los artistas no tenían derecho a jubilarse como tales, lo cual reflejó durante muchas décadas la desestima (o la indiferencia) en que la casta dirigente de este país ha tenido a los integrantes del medio cultural. Mucha gente supone que los artistas -sean de la disciplina que sean- viven del aire y no necesitan por lo tanto auxilios materiales. Si se observa el programa que suelen proponer los candidatos políticos para un eventual ejercicio de gobierno, se comprueba que allí no figura la cultura artística, aunque abundan desde luego las referencias a la economía, la educación, la salud, la vivienda, el agro, la industria, el comercio, las relaciones internacionales y hasta el deporte. Las artes no son tan populares como esos otros rubros.

Entonces resulta muy positivo que por fin se produzca a nivel legislativo un reconocimiento a la gente del área dramática, coreográfica y musical. El proyecto respectivo había sido remitido por el Poder Ejecutivo al Parlamento a fines de junio, y en agosto fue aprobado por los senadores. Ahora que cuenta con el respaldo de los diputados, dispone de seis meses para que se apruebe su reglamentación, un capítulo que permitirá crear el Registro Nacional de Artistas y la Comisión Certificadora, dos cuerpos a cargo de los cuales correrá el control de los trabajos artísticos, una foja que luego servirá para los correspondientes cómputos jubilatorios. La flamante ley responde a una aspiración formulada como es notorio, y desde hace tiempo, por las organizaciones gremiales que agrupan a la gente de teatro, danza y música.

Todo ello aconseja ver con buenos ojos el logro obtenido -apreciar la mitad llena del vaso y no la mitad vacía- aunque sin embargo la índole del nuevo texto legal obliga a observar a quienes resultan excluidos de sus beneficios, que son "los escritores y los artistas plásticos y visuales". Que estos últimos no estén comprendidos en el mismo es un hecho por lo menos insólito, considerando que comparten con la gente del medio escénico el desamparo en que siempre se han encontrado en materia previsional. Históricamente, el Uruguay ha sido extraordinariamente prolífico en el campo de las artes visuales, un fenómeno incontrovertible que coloca a esos creadores y al movimiento que integran entre los que han dado más prestigio al país y han contribuido a jerarquizar su imagen tanto a nivel interno como en su proyección hacia el exterior. No deberíamos esperar a que mueran para exaltarlos.

Como se sabe, el mercado local de las artes plásticas es minúsculo, lo cual permite señalar que los maestros nacionales en esa categoría han entregado durante toda la vida lo mejor de sí mismos a cambio de muy pocos estímulos y gratificaciones. Gente de amplia notoriedad e indudable lustre, sobrevive precariamente cuando no bordea la penuria, o debe renunciar a sus dedicaciones artísticas para volcarse a una actividad más redituable. El prodigio uruguayo que ha consistido en ese florecimiento artístico, desde Blanes o Sáez -pasando por Barradas, Figari, Torres, De Simone o Cúneo- hasta valores contemporáneos como Barcala, Ventayol, Espínola, Hilda López, Solari o Costigliolo, por no hablar de los grandes oficiantes que siguen hoy en plena labor, compone una realidad a veces deslumbrante que en las bienales internacionales y en la confrontación con el arte del resto de la región, ha probado la calidad, la belleza, el interés y la riqueza de la plástica uruguaya.

Sin embargo, los pintores, escultores, grabadores, tapicistas, dibujantes, ceramistas, orfebres o cultivadores de nuevos lenguajes (instalaciones, videos, performances, intervenciones urbanas, medios digitales) no son tomados en cuenta por la ley de jubilación de los artistas. Poco familiarizados con el territorio de las manifestaciones creadoras, los legisladores incurren en un arcaísmo largamente superado, el de discriminar entre los distintos géneros privilegiando a unos en perjuicio de otros. Eso supone una marcha hacia atrás, en lugar de avanzar hacia la gratitud parlamentaria que debería merecer la enorme legión de artistas visuales de este país.

El talento es una cualidad imponderable que recae en algunos individuos y confiere un perdurable valor estético, cultural y social a la obra que producen. Ese es un rasgo excepcional que nadie discute, y ahora que los teatreros, los bailarines y los músicos han obtenido el espaldarazo de una ley, cabe preguntarse cuándo llegará la hora de los plásticos.

http://www.elpais.com.uy/08/10/15/predit_375650.asp