De las tecnologías poéticas a los futuros participativos: un resumen de la Cumbre Cultural de las Américas

IFACCA - International Federation of Arts Councils and Culture Agencies,
07 June 2018, International

Photo: Martin Lipman. Courtesy: Canada Council for the Arts | Conseil des arts du Canada

 

Fieles al espíritu de fomentar programas bajo la iniciativa de los miembros, la primera Cumbre Cultural de las Américas se celebró los días 9 a 11 de mayo en Ottawa, Canadá, organizada por el Consejo para las Artes de Canadá en colaboración con el Ministerio de Cultura de Argentina e IFACCA. Sumando perspectivas diversas de todo el continente, la Cumbre exploró el concepto emergente de la ciudadanía cultural y las formas en que puede contribuir a sociedades más vibrantes, prósperas e inclusivas. Es un honor para nosotros haber jugado un papel central en la Cumbre Cultural de las Américas y en las conversaciones que inspiró, y nos complace compartir, continuación nuestra perspectiva sobre los temas claves que surgieron. Les invitamos a sumarse al diálogo a medida que continúa desarrollándose y a compartir cómo se reflejan estas cuestiones en su contexto regional.

 

Cooperación en acción

El tema de la ciudadanía cultural se definió en respuesta a una creciente percepción pública de que las instituciones democráticas, y en particular aquéllas que dan apoyo a las artes y la cultura, se encuentran en una posición única para promover y proteger los derechos culturales. Como parte integral de los derechos humanos, los derechos culturales garantizan que todas las personas tengan la libertad de expresar su identidad y contribuir activamente a la vida cultural de sus comunidades sin sufrir discriminación alguna. Para algunos, la libertad para expresar los valores propios tanto en el ámbito público como en el privado es un componente esencial de la democracia genuina. Esta visión de la ciudadanía cultural ve potencial en la relación de las artes y la cultura con la búsqueda y la afirmación de la verdad, que puede ofrecer a las sociedades singulares reflexiones críticas sobre la condición humana. Estas reflexiones y los procesos que las revelan pueden a su vez contribuir al rumbo que toma la sociedad y al tipo de inversión que generará valor público de manera más inclusiva y para mayores sectores de la población.

 

Otros ven los actuales modelos de liderazgo mal adaptados a los climas socio-políticos contemporáneos y ponen el acento en la necesidad de que las instituciones públicas exploren nuevas formas de trabajo y hagan realidad la promesa de la ciudadanía cultural. Como instituciones democráticas, los responsables de la inversión pública en las artes y la cultura se encuentran en una posición única para modelar una nueva era de liderazgo inclusivo, no sólo a través de la cooperación con entidades homólogas, sino también con los ciudadanos a los que sirven. En tiempos de retos complejos y diferencias acentuadas, dirigentes de todo el mundo pueden llegar a descubrir que la ciudadanía cultural puede reafirmar la confianza entre gobiernos y ciudadanos, así como entre los propios ciudadanos, e incrementar la eficacia de las instituciones públicas.

 

Conviviendo con la complejidad

Estos días parece casi imposible evitar el sentimiento de que el mundo está cambiando de manera sin precedentes. A pesar de su amplio ámbito geográfico, la Cumbre Cultural de las Américas demostró que existe un empuje común en el esfuerzo de promover la democracia cultural en el continente. La globalización, la tecnología, el cambio climático y los cambios demográficos están transformando las comunidades y creando desafíos complejos para los que existen pocas soluciones. Una toma de conciencia parece estar emergiendo en las instituciones públicas que empiezan a reconocer los límites de las prácticas jerárquicas frente a una cultura global cada vez más participativa.

 

A medida que se colapsan los viejos sistemas, algunos responden con ansiedad, que a menudo no es sino el miedo a lo desconocido o a quedarse atrás. Mientras tanto, otros abrazan el cambio como una fuerza revitalizadora que crea espacio para descubrir soluciones transformadoras, estructuras experimentales y nuevas relaciones. Cuando esos actores entran en contacto pueden intercambiar ideas, explorar nuevas formas de hacer las cosas y sentirse más cómodos asumiendo riesgos mayores. De estos esfuerzos pioneros surge un sistema nuevo, junto con un nuevo modelo de liderazgo compartido.

 

La naturaleza dinámica del ambiente operativo actual llama a las instituciones públicas a adoptar modelos más receptivos de liderazgo que dirijan el cambio aprovechando el poder de la participación inclusiva. Más que imponer ideas de lo que debería ser el futuro, los líderes facilitadores crean condiciones favorables que empoderan a actores diversos para trabajar juntos en el intercambio de perspectivas y en la consecución de fines comunes. Al hacerlo, están aprendiendo cómo acceder a la fuente más abundante de nuevas ideas en toda sociedad: su gente.

 

Un movimiento está emergiendo en todo el mundo a medida que profesionales diversos empiezan a apreciar la forma en que las artes, la cultura, la ciudadanía y los procesos democráticos pueden trabajar juntos para avanzar hacia sociedades más vibrantes y justas. En el clima de cambio actual, las instituciones públicas tienen la oportunidad, no sólo de asegurar el acceso justo de sus ciudadanos a la participación, sino también la de reforzar su capacidad de participar de manera fructífera ayudándolos a desarrollar nuevas capacidades y relaciones. Esto afecta a las formas en que las instituciones de poder pueden promover la ciudadanía cultural y el desarrollo humano de manera complementaria. Al hacerlo, las instituciones públicas pueden proveer a los ciudadanos de las habilidades que necesitan para dialogar efectivamente con otros cuyas cosmovisiones difieren de las propias, para crear conjuntamente el mundo al que aspiran.

 

Con este telón de fondo, la primera Cumbre Cultural de las Américas ofreció señales de que las entidades gubernamentales de todo el continente están listas para escuchar a los ciudadanos y responder con modelos novedosos para apoyar a las artes y la cultura. Al reconocer a los ciudadanos como socios esenciales en el desarrollo, comunidades grandes y pequeñas están aprendiendo cómo hacer valer el conocimiento local y la experiencia vivida como formas de conocimiento legítimas que pueden inspirar soluciones transformadoras. A su vez, las entidades gubernamentales han empezado a entender cómo pueden crear condiciones que promuevan los derechos culturales y la ciudadanía participativa, así como los retos asociados con el nuevo modelo.

 

El arte del ¿y si?  

En toda América, los líderes progresistas entienden que la capacidad de la sociedad para trascender desafíos y cultivar un sentido de pertenencia compartido reside en la capacidad de imaginar, valorar y hacer realidad futuros alternativos de forma cooperativa. En el primer día de la Cumbre, los ponentes nos mostraron cómo la participación cultural ofrece un espacio –tanto físico como ideológico– para que personas con diferentes cosmovisiones puedan interactuar, negociar la diferencia, desarrollar entendimientos mutuos y hallar causas comunes. Este proceso complementa valores democráticos y la raíz del significado de la propia democracia, que sitúa el poder en el pueblo. Pero el poder ¿para qué? Ahí está el quid de la cuestión. Para poder realizar la promesa de democracia como un medio para un futuro más equitativo, debemos primero desarrollar una visión compartida de ese futuro.

 

El Día Uno de la Cumbre Cultural de las Américas se empleó a fondo con estas cuestiones. Por la mañana, la Dra. Eliza Chandler (Canadá), aplaudió los esfuerzos en el progreso de las políticas públicas culturales participativas centradas en el apoyo a artistas con discapacidad que se están llevando a cabo en su país. Aconsejó cuidado en “descolonizar nuestro pensamiento” sobre quién debería participar en dichos procesos y sugirió vías para evitar devaluar la participación de aquellos que históricamente han tenido menor visibilidad o perpetuar las nociones de otredad.

 

El otro ponente en la sesión, Mauricio Delfín (Perú), ahondó en esos temas y desafió a los participantes a pensar en el significado de “empoderar la auténtica participación ciudadana” y cómo esto difiere de formas de consulta más transaccionales. Delfín sugirió que la democracia ofrece a las sociedades un poderoso instrumento para la toma de decisiones políticas de forma inclusiva en temas de interés público. Añadió que las prácticas creativas pueden emplearse para transformar contextos, atraer a nuevos participantes y facilitar el diálogo entre grupos para construir una capacidad colectiva de influir en el cambio. Sin embargo, Mauricio Delfín también criticó la forma en que algunas prácticas participativas se usan para dar apariencia de toma de decisión compartida, lo que erosiona la confianza entre grupos marginalizados y gobiernos. Aconsejó que las instituciones públicas reflexionen sobre sus intenciones y sobre su capacidad para compartir realmente el poder antes de adoptar estos enfoques, y sugirió que la sociedad civil les haga rendir cuentas.

 

Alonso Salazar, ex alcalde de Medellín, Colombia, profundizó en estas perspectivas mostrando cómo la inversión cultural subvirtió una narrativa basada en la violencia que paralizó a la ciudad durante décadas. Hablando de intervenciones culturales que fueron co-creadas y co-implementadas con los ciudadanos, Salazar demostró que su administración fue capaz de cultivar un sentido compartido de la posibilidad, el orgullo y la responsabilidad hacia el lugar y los otros al incorporar a los ciudadanos en el proceso de re-imaginar su futuro compartido. Al centrar la inversión cultural en obras públicas, el alcalde Salazar y sus socios consiguieron reclamar el espacio público para actividades pacíficas y de pertenencia. Con el tiempo, esas intervenciones han contribuido en gran manera al renacimiento de Medellín, lo que no habría ocurrido si no se hubiera reconocido a los ciudadanos como socios esenciales en su transformación.

 

Cada una de estas historias demostró los beneficios mutuos que se generan cuando las instituciones públicas adoptan procesos participativos y también, que las instituciones públicas pueden modelar un nuevo tipo de liderazgo y prácticas inclusivas dirigiendo desde la empatía y tratando a todos los ciudadanos con respeto y dignidad.

 

Tecnologías poéticas

El debate sobre la participación inclusiva marcó el camino para una exploración en mayor profundidad de las formas en que la tecnología digital afecta al ecosistema de las artes y la cultura, tanto para creadores como para ciudadanos. La artista-activista Astra Taylor (EEUU-Canadá), ofreció una convincente valoración de la democracia contemporánea y del efecto perjudicial que el paisaje de medios de comunicación altamente corporativizados tiene en nuestra capacidad para realizar su promesa de más igualdad. En una época de “hechos alternativos”, Taylor animó a los participantes a considerar cómo las artes pueden ayudarnos a profundizar en la verdad y promover la empatía.

 

La democratización de la tecnología asume que sectores más diversos de la población tienen acceso a las herramientas digitales y que su uso las empodera. Sin embargo, los ponentes de la tarde nos recordaron que la tecnología es solamente una herramienta: nuestros valores determinan cómo se usan estas herramientas y hasta qué punto promueven la ciudadanía digital y mayor equidad. Cuatro artistas ofrecieron una rica gama de ejemplos de cómo valores congruentes con la justicia social están empoderando su uso de las tecnologías digitales para crear mayor empatía.

 

El artista y educador norteamericano Taeyoon Choi propuso que desarrollemos un “nuevo código ético” juntamente con nuestra capacidad para codificar programas informáticos. Este código daría prioridad a los valores de inclusión, equidad y justicia dentro de las formas artísticas y tecnológicas emergentes. La obra de los otros participantes en la mesa redonda encarnó esta perspectiva y permitió a los participantes vislumbrar cómo sería un futuro alternativo. Al hacerlo, Choi también nos recordó que los artistas reúnen de forma única las habilidades y la sensibilidad precisas para navegar lo desconocido y abrazar el cambio que nos rodea como una fuerza revitalizadora.

 

La artista Amor Muñoz (México) crea obras que combinan la performance y la electrónica experimental con medios tradicionales como el dibujo y técnicas textiles, y compartió un trabajo que denuncia las condiciones injustas de los trabajadores de las maquilas en la frontera entre Estados Unidos y México con el objetivo de inspirar el diálogo, el aprendizaje y el cambio social. De forma parecida, la cineasta Michèle Stephenson (Haití/Panamá/Canadá/Estados Unidos) ofreció un poderoso ejemplo de cómo la tecnología digital, las narrativas históricas y el realismo mágico pueden combinarse para que el público pueda tener una experiencia visceral del racismo en los estados sureños de los Estados Unidos. Para Stephenson, valores como la inclusión son “medios para alcanzar mayor equidad, no finalidades en sí mismas”. Su exploración de la diversidad no pretende poner la inclusión en un pedestal o ignorar sus embrolladas profundidades, sino que su obra hace uso del poder de la tecnología digital como forma de inspirar una empatía radical al servicio de la justicia reparadora a través de experiencias altamente envolventes.

 

Por la tarde, escuchamos a ponentes de toda América que trabajan en la memoria y la reconciliación. El trabajo de la verdad y la reconciliación se centra en abordar injusticias históricas y en sanar la división en sociedades con legados de violencia y discriminación contra grupos marginalizados. Los esfuerzos de reconciliación con pueblos indígenas reconocen “la necesidad urgente de respetar y promover los derechos intrínsecos de los pueblos indígenas, que derivan de sus estructuras políticas, económicas y sociales y de sus culturas, de sus tradiciones espirituales, de su historia y de su filosofía” (Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, 2008). El Día Uno de la Cumbre Cultural de las Américas volvió a su punto de partida al ofrecer una mirada emocionalmente cargada a cómo la promoción y la protección de los derechos culturales para todos puede empezar a curar profundas heridas.

 

Javiera Parada from Chile, Jesse Wente (Director, Indigneous Screen Office) from Canada, The Honourable Fernando Griffith from Paraguay and Elizabeth Silkes (Executive Director, International Coalition of Sites of Consciences)
Photo: Martin Lipman. Courtesy: Canada Council for the Arts | Conseil des arts du Canada

 

Un tema común en boca de todos los ponentes fue poner el testimonio de la verdad como condición previa a la reconciliación. Reconociendo su papel cómplice en la perpetuación de la injusticia, las instituciones gubernamentales pueden desempeñar una importante función en los procesos de reconciliación. Además, al devolver poder a aquellos con conocimientos tradicionales y experiencia vital, y creando oportunidades llenas de sentido para que puedan dar forma al propósito y sustancia de la política cultural, los responsables de la inversión pública en las artes y la cultura pueden empezar a compartir el poder de forma que promueva los derechos culturales y la equidad. Además, los modelos tradicionales de gobernanza inclusiva en las comunidades indígenas pueden ofrecer enorme inspiración a las entidades públicas para transformar en el futuro las instituciones de gobierno dominantes.

 

Futuros participativos

Si los procesos democráticos enriquecidos por la cultura local ofrecen a una mayor representación de agentes la oportunidad de dar forma a la sociedad mediante la colaboración, ¿hasta qué punto se ponen en práctica –río abajo o río arriba– las contribuciones de los ciudadanos? El Día Dos de la Cumbre Cultural de las Américas planteó preguntas fundamentales sobre la profundidad y la calidad de la participación que puede o debería esperarse a través de la ciudadanía cultural.

 

Cultural Agencies Roundtable: Creating Participatory Futures Panel
Photo: Martin Lipman. Courtesy: Canada Council for the Arts | Conseil des arts du Canada

 

La sesión de mesa larga de la mañana reveló algunas de las presiones que sufren las instituciones públicas cuando adoptan enfoques más participativos, como los retos sobre las expectativas de lo que tarda en desarrollarse la política cultural, qué políticas deberían incluirse, a quién deberían beneficiar y por qué. Los modelos transformativos invitan a las instituciones públicas a reflexionar sobre la eficacia de sus estructuras y procesos, y donde corresponda, hacerlos más porosos, accesibles y receptivos a las necesidades locales. Sin embargo, la creación de mayores oportunidades no garantiza la participación ciudadana. Tanto los ciudadanos como los actores gubernamentales pueden verse disuadidos de participar en la gobernanza colaborativa si existe falta de confianza, participación y/o comunicación; además, algunos ciudadanos pueden topar con barreras a la participación si carecen –o son percibidos como carentes- de experiencia en la relación con actores gubernamentales. Así, los ponentes invitaron a las instituciones públicas a considerar cómo pueden invertir en nutrir la voluntad de participación de los ciudadanos y trabajar en su capacidad de hacerlo con sentido. Ponentes de toda América demostraron cómo están empezando a transformar sistemas de adentro   hacia afuera mediante un modelo de decisión política basado en la llamada y respuesta participativa.

 

De acuerdo con el espíritu de colaboración del tema de la Cumbre, el último día se dio tiempo a los participantes para debatir en grupos pequeños. El fruto de esas conversaciones se compartirá prontamente con nuestra red.

 

El camino por delante

En un mundo crecientemente dividido e incierto, la sociedad necesita modelos creativos que promuevan el diálogo inclusivo, aprovechen la vitalidad cultural que existe en todas partes y saquen partido de la solidaridad que surge cuando individuos diversos se reúnen para co-crear el futuro. A medida que poderosas fuerzas continúan remodelando el papel de las instituciones públicas, los profesionales creativos están en una posición única para influir en el rumbo de desarrollo de la sociedad de manera que coloque el poder ciudadano y las consideraciones sobre la posición cultural en el núcleo de la gobernanza inclusiva.

 

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