Érase una vez una biblioteca pública en una pequeña isla

Ministry of Culture, Colombia,
10 June 2016, Colombia

En la única isla de Barranquilla, un barrio subnormal de la capital del Atlántico, la Biblioteca Piloto Infantil del Caribe desarrolla un programa de extensión que brinda lecturas que invitan a vivir y soñar a los niños y las familias de este sector.

La isla tenía una forma inconfundible, como una tortuga que sacara apenas las patas del agua…” Tomado de La isla a mediodía (Julio Cortázar)

A La Isla se puede llegar en canoa, en bicicleta, en carro o a píe. El viaje siempre será más corto en canoa y al ritmo del agua, como suele viajarse a las islas. Por tierra, aunque cerca, hay que dar varias vueltas entre las trochas antes de llegar.

La Isla no queda muy lejos de los edificios representativos de Barranquilla, se encuentra a pocos metros de una de las ciudades más bellas y prósperas del país. Desde ella se pueden ver las construcciones más altas de Barranquilla y las obras arquitectónicas y urbanísticas que crecen a su alrededor. Está justo en el límite con el Río Magdalena. Sin embargo, no es el lugar que prefieren los habitantes de Barranquilla, o los turistas de aquí y del mundo. Este lugar no es motivo de orgullo alguno. Es una isla diferente. Triste. Casi invisible.

Desde este sector también se puede observar uno de los barrios más peligrosos de la capital del Atlántico, que está situado en frente de una de sus orillas. Allí se cultiva coco, papaya, tamarindo, plátano, níspero, cilantro y cebolla, y se crían gallinas, pollos y marranos. Mayoritariamente, de eso subsisten sus humildes pobladores.

Las casitas de retazos de madera, las palmeras de coco, las huertas caseras, los platos de plástico, las hamacas entre dos árboles, las ropas muy usadas, los pies descalzos, las camisetas del Junior y de la Selección Colombia, los techos de lata, los olores de sus aguas, los pisos de tierra y la ausencia de mar y de arena, son las principales características físicas de esta particular lugar, que también parece una tortuga saliendo del agua, como diría Cortázar. En contraste, las sonrisas de los niños, las miradas profundas, la humildad sincera de cada rostro, los sueños inocentes, el sonido alegre de los juegos infantiles y la amabilidad de sus gentes, hablan de la humanidad de La Isla, de aquellos campesinos de la ciudad que viven en medio del río Magdalena, el caño de La Auyama y el caño de Los Tramposos, en una pequeña isla de la colorida Barranquilla.

En la Isla habitan más de 130 familias desplazadas de distintas regiones del país. Hay hogares de Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba, Santander y el Eje Cafetero que llegaron a La Isla porque fueron sacadas de sus territorios o porque las condiciones económicas y humanas de sus pueblos natales son más empinadas aún.

Pese a ello, este pedazo de tierra recibe muy poco de la solidaridad de una capital que parece correr rumbo al progreso. Las carencias rebosan la mirada. Casi todo hace falta allí. Desde servicios básicos hasta alimentos para los niños. Desde puertas con cerradura hasta camas para dormir. Desde vacunas hasta salud. Desde empleo hasta padres de familia. Por fortuna, lo que no falta, gracias al trabajo admirable e inspirador de una bibliotecaria pública, son lecturas para vivir y para soñar: en La Isla –por lo menos cada ocho días– hay libros, hay lectores, hay talleres artísticos, hay juegos, hay letras, hay dibujos, hay biblioteca pública. Está Rosiris Reyes.

 


Y cuando Rosiris llega a este territorio caen abrazos de cada lado, aparecen cientos de sonrisas de todas las edades y sobran las muestras de afecto de aquí y de allá. Su visita es un verdadero acontecimiento. Ella, mientras tanto y con una memoria prodigiosa, nombra a cada niño, les pregunta por sus familiares, indaga por la salud de los que estaban enfermos la última vez que estuvo y se mueve por los caminos de este territorio como si hubiese estado allí siempre. No faltan, entonces, los niños que la toman de la mano buscando su cariño, o que se esconden bajo su brazo, como si encontrarán en ella un refugio para sus mundos. Hay un amor natural entre Rosiris y los hijos de La Isla.

 


Rosiris es la Coordinadora de la Biblioteca Piloto Infantil del Caribe. Una bibliotecaria ejemplar, con más de 11 años de experiencia al servicio de la biblioteca pública y con una visión social tan amplia como su corazón. De sus ideas han surgido múltiples programas de promoción de lectura y de extensión bibliotecaria porque es una convencida de que “las bibliotecas no son esos cuatro muros que encierran libros en un espacio intocable, sino instituciones que deben salir y atender las necesidades de sus gentes y de sus barrios vulnerables”.

 


La Biblioteca Piloto Infantil del Caribe, que pertenece a la Biblioteca Piloto del Caribe que a su vez hace parte de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas​, es vecina de La Isla, de la que está separada por el caño de La Auyama y por el barrio Barlovento, en plena Comuna 10 de la ciudad. Desde hace siete años –y sin falta– la Biblioteca Piloto Infantil del Caribe visita semanalmente el sector. Es un servicio de extensión bibliotecaria de una calidad humana y social que merece todos los reconocimientos: esta labor es un ejemplo vivo de lo que deben ser y hacer las bibliotecas públicas en Colombia.

 


 “Yo me enteré, por medio de la Emisora Alianza Informativa, del periodista Jorge Cura, de que existía una isla en Barraquilla donde vivían personas en condiciones muy tristes. Supe que esta población no tenía nada y que esa también era mi responsabilidad. Nuestra biblioteca estaba muy cerca de La Isla y no estábamos haciendo nada por sus habitantes”, recuerda Rosiris. 

 


Desde aquel entonces, y gracias al apoyo de un líder comunitario, cada ocho días, con libros, juegos, títeres, imágenes, historias, danzas, manualidades, pinturas, meriendas, psicólogos, docentes y promotores de lectura, Rosiris lleva la biblioteca pública a las “playas de La Isla”. Desde la fecha, existe en la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe el programa institucional “Érase una vez una Loma, una Isla”.

 


Y “Érase una vez una Loma, una Isla” porque así comienzan todas las historias y la Biblioteca Piloto del Caribe ha querido escribir –desde hace siete años– una historia distinta con estas dos comunidades, con La Isla y con La Loma.  Y “Érase una vez una Loma, una Isla” porque Rosiris quiere escribir muchos cuentos de ilusiones con los otros barrios vecinos de la Biblioteca Piloto Infantil del Caribe: Barlovento, Barrio Abajo, Montecristo, Villanueva, Rosario y Brisas del Río.

http://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Paginas/Erase_una_vez_una_biblioteca_publica_en_una_pequena_isla.aspx